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En 1945 el ingeniero alemán Jakob Seib abandonó su apartamento, junto a sus dos hijos y su esposa y la bicicleta cargada con un saco y dos maletas. Siete años después, una oferta de trabajo lo trajo a Bucaramanga, a la UIS. El profesor y su familia empezaban una nueva vida, un nuevo hogar, un nuevo trabajo, y sin hablar el idioma castellano. La mayoría de sus familiares y de sus conocidos los envidiaron al despedirlos en Alemania; también ellos hubieran querido emigrar. Esta es también una historia de cómo la UIS solucionó parcialmente, con los inmigrantes que habían traído los efectos de la Segunda Guerra Mundial, el problema de la escasez de ingenieros que pudieran actuar como profesores.